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Quito, Marzo 2016

Statement

Ser Mujer en Estero de Plátano

Este proyecto es el resultado de una investigación antropológica sobre el embarazo adolescente en la playa esmeraldeña de Estero de Plátano, Ecuador. Las imágenes buscan acercarnos a la vida de Julia, hijas y sobrinas; mujeres con las que conviví durante la investigación. El pueblo de Estero de Plátano es una comunidad mayoritariamente pescadora y agricultora que se encuentra al sur de la provincia de Esmeraldas. La populación que habita allí, no sobrepasa las 700 personas, es un lugar de gente amable y calurosa.

 

El estudio que realicé, trató sobre las diversas causas y consecuencias del embarazo adolescente en la vida de las mujeres de Estero y analicé como este hecho tiene múltiples significados y efectos para cada mujer que lo vivenció. Por lo tanto, las fotografías presentadas son el resultado del contacto con aquellas que me acogieron durante mi estadía. Asimismo, las imágenes son el resultado de un ejercicio auto.reflexivo, es decir, me han ayudado a mirarme a mí misma y a cuestionarme mi rol como investigadora en este pueblo. Sin duda, el hecho de entrar en contacto con ellas y conocer sus historias, me ha transformado: la distancia con Estero de Plátano, en un inicio no sólo fue territorial, sino también cultural, psicológica y social. Esta distancia, que contrasta con mi lugar de origen, Quito, fue el motor que me movió a fotografiar. Sin duda, la curiosidad fue una gran motivación: una curiosidad sobre otras formas de vivir, pero sobretodo el conocer lo que “es ser mujer” en otros contextos, entendiendo que no hay una única forma de serlo, ya que cada una tiene sus particularidades y vivencias plurales.

 

Para empezar, Julia vive en una familia ampliada: bajo el mismo techo vive con sus padres, sus dos hermanos menores, la familia de su hermano mayor y su propia familia. Julia se embarazó a los 15 años de su primera hija, Lorena. Actualmente tiene tres hijos: la Lore, la Gorda y Emilio y, convive en unión libre con Pepe. Su vida es una dedicación entera a sus hijos. Su rutina diaria casi no cambia, es una mujer que pasa en su casa, todos los días se levanta temprano para dar de comer a sus hijos y mandarle a sus hijas al colegio. Un día suyo es así: temprano cocina, luego descansa y se arregla. Más tarde sale al río a lavar, cuando no hay agua en el pueblo, o cuando se daña la lavadora; luego sube al monte para llamar a Pepe por teléfono, comprar algo en la tienda, nuevamente cocina y esta en la casa con su madre y sus hijos menores. Es una mujer coqueta y vanidosa: le encanta pintarse las uñas, peinar su largo cabello oscuro, escaparse de vez en cuando a las fiestas del pueblo, salir a la playa el domingo a tomar una cerveza, y demás; todo como lo hacen las jóvenes de su edad, sólo que es madre de tres hijos y tiene grandes responsabilidades en su hogar. Julia y yo tenemos casi la misma edad. La primera vez que la conocí, todas las cosas que nos distanciaban eran evidentes, a pesar de compartir un género, una edad e inclusive una nacionalidad. Sin embargo, a pesar de estas distancias, pude encontrar muchas similitudes y me sentí identificada con ella de varias formas. Poco tiempo después de convivir juntas, me di cuenta que no éramos muy diferentes cómo al principio me pareció.

 

Es importante mencionar que todavía existen fuertes estereotipos de género en el pueblo y, que las mujeres, en su mayor parte, han sido socializadas con roles tradicionales. Asimismo, cabe mencionar que es una sociedad altamente patriarcal y machista y, que la población femenina está sometida a una violencia de género que va desde un nivel micro­‐interpersonal hasta un nivel estructural. Sin embargo, quiero enfatizar que lo que es comúnmente leído como femenino no debe ser denigrado: desde aspectos complejos como el deseo a la maternidad y aspectos de representación física como el maquillaje y decidir tener el cabello largo. Personalmente me considero como muy femenina y en este aspecto me identifico con Julia: me gusta la ropa, me gusta maquillarme, me gusta pintarme las uñas, en fin, me gusta mi manera en como expreso mi forma individual de ser mujer. Por lo que considero que el ser leída como femenina, no debe ser catalogado como negativo y peor aún, desacreditado. Con esto, quiero enfatizar como estas distancias abstractas iniciales se disolvieron poco a poco a medida que hablaba y que compartía con Julia.

 

Finalmente, el corazón de esta obra es presentar otras realidades de mujeres en el Ecuador, a través de imágenes que son micro-­fragmentos y mico-­contextos. La obra intenta mostrar como sus contextos, sus espacios, sus pertenencias y sus hijos, hablan de ellas mismas. Aquí, el espacio físico y psicológico en dónde se desenvuelven Julia y sus hijas es esencial, ya que es un espacio común para las mujeres de todas las edades en el pueblo. Algunas veces los espacios son abstractos, a­‐temporales y difícilmente identificables, mientras que otros son lugares concretos como el río y la casa de Julia. Asimismo, la obra nos invita a cuestionar las relaciones del fotógrafo/antropólogo y su aproximación a diversos grupos humanos; siendo las relaciones de poder un tema importante en cualquiera de los dos casos. Para esto, considero que el fotógrafo/antropólogo es un ser humano más, que percibe una realidad filtrada por sus propios condicionamientos culturales, sociales, económicos, de género y demás. Es un sujeto posicionado como el resto, que forma parte del mundo y que construye su identidad constantemente gracias a los encuentros con los otros. El otro es alguien aparentemente distante y extraño, pero después de una aproximación, nos damos cuenta que existen características en común. Por lo tanto, estas imágenes son el producto de un encuentro con Julia y su vida, y como este encuentro, antes marcado por distancias abstractas, se transformó en un proceso de identificación y empatía.

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