Sara isabel
París, 11 de Diciembre, 2016
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By the Bosphorus
La primera vez que oí de Estambul fue en el colegio cuando leímos el libro de “History of our World”: “Estambul tiene una posición geográfica privilegiada porque se encuentra en la intersección entre “Europa”* y “Asia”*. Quedé fascinada, una y otra vez leí este libro para entender la historia de los grandes imperios que una vez se instalaron aquí. Las ilustraciones del arte islámico y las representaciones de una ciudad poderosa, me llamaron muchísimo la atención.
Volé horas sobre Turquía, sobre una inmensa topografía verde y marrón en dónde ya no se veía el mar. ¡Que tierra tan grande! Me dije, nunca había estado tan lejos de mi casa.
Finalmente llegué a Estambul, el aterrizaje fue infinito, el cielo estaba anaranjado y, las casas se esparcían por toda la tierra como un tapete hasta perderse en el horizonte. Llegué con el atardecer: las luces comenzaban a prenderse; las siluetas de las mezquitas y sus minaretes se dibujaban por todos lados. Desde el aire vi a Hagia Sophia, al Bosphorus, al Mar de Marmara, los puentes y los miles de senderos que dejaban los barcos en el agua. Aterricé en el lado “asiático” de la ciudad. ¿Estoy en “Asia”? ¿Cruzo el puente y estoy en “Europa”? Todas estas definiciones me parecían tan abstractas y simplistas para poder describir la complejidad de la geografía. Tomé el transporte público para llegar al centro de la ciudad antigua, en el lado “europeo”. Fue un viaje particularmente bello ya que fue mi primer encuentro con la ciudad. El cielo estaba totalmente despejado, y desde las ventanas del bus vi con una vista privilegiada como cambiaban los paisajes y los colores de la ciudad bizantina. Pegada en la ventada, vi a un Estambul “moderno”, un Estambul que nunca pensé: mis imaginarios de “Oriente” que saqué del libro fueron enfrentados continuamente hasta que llegué al centro. Los edificios ultra modernos, con diseños atrevidos, altos, interminables, se presentaban abruptamente a lo largo del camino, mientras el cielo se hacía cada vez más azul. No podía creer tanta belleza. Crucé el famoso Puente del Bosphorus, donde estaban colgadas dos enormes banderas rojas que ondeaban con el viento. Me sorprendió la cantidad de banderas del país que se veían en absolutamente todo lugar. Llegué finalmente a Taksim para coger el tram hasta Sultanahmet.
Las luces de todos los colores, de las tiendas ambulantes, de los edificios y del parque hacían un contraste bello con el cielo recién atardecido.
Era casi un mes después del intento del golpe de Estado.
La ciudad no estaba tan caótica como me imaginé.
-Carnet de voyage, 20 de Agosto 2016
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Tratando de entender más sobre las dinámicas territoriales de Estambul, que fue lo que primero me llamó la atención, la antropóloga turca Guldem Baykal Buyuksarac*, nos ofrece ciertas pistas. Ella explica que desde una perspectiva Islamista, Estambul es una “ciudad perdida y destruida debido a los intentos de modernización/occidentalización del Estado secular” que han causado dislocaciones y rupturas en términos religiosos y sociales, además de una aceleración urbanística. Debido a esto, explica que existen tensiones entre los gobiernos islamistas locales y el sector laico. Los primeros tratan de “rescatar” la identidad otomana e islámica de la ciudad, al rediseñar proyectos urbanísticos para preservar la herencia cultural. Mientras que los otros son críticos a estas intervenciones en el espacio público. La importancia de esto radica en lo que dice la antropóloga: "Los monumentos son espacios de recuerdo... éstos conectan el pasado mítico al presente, de este modo, sirven para dar un sentido de continuidad a la existencia colectiva, un sentimiento de pertenencia a una cultura y a una historia común”. Las ciudades y sus monumentos, no son únicamente construcciones arquitectónicas, si no, son representaciones físicas de una 'identidad común'/'nacional', del pensamiento y de las relaciones de poder de una sociedad dada. Por lo tanto, son espacios dinámicos de construcción de ciudadanía, de identificación con un pasado o con un presente que cambia y de identificación de toda clase. Así mismo, hay que cuestionarse como ellas son creadas, o no, para la inclusión y la performatividad de distintos géneros, etnias y culturas.
Por otro lado, personalmente sentí a Ä°stanbul como una ciudad contrastada y llena de tensiones, una ciudad que no sabe aún, como definirse a sí misma. Elle a du mal a establecer su identidad. Los edificios modernos frente a los monumentos centenarios, nos hacen constantemente acuerdo de que no estamos en cualquier ciudad. Creo que la nostalgia de una gloria imperial pasada, el orgullo nacional expresado a través de las banderas que cuelgan en todas partes, las visiones divergentes entre el sector secular y religioso al tratar de definir la identidad turca y la occidentalización de la ciudad, hacen de Estambul una ciudad incomprensible, incoherente y confusa para mí. Debido a esto, cuestioné constantemente mis propias nociones y la forma en como aprendí a construir lo oriental y occidental, las características que les doy, e inclusive los valores que movilizo para describirlos.
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De la misma forma me cuestioné sobre el "lugar turístico" y los distintos roles de género en el espacio público. Como dijo Lefebvre "El turismo destruye el lugar turístico por el simple hecho de que atrae a multitudes y el lugar (ciudad, paisaje, museo) no tiene otro interés que el de ser un lugar de encuentro, que podría pasar en otro lado, no importa en dónde" (H. Lefebvre). ¿Cómo se explica la historia nacional? ¿Cómo se usan las nociones de "lo verdadero", "lo único" y "lo auténtico"? Lo turístico se vuelve una checklist vacía de lo que "hay que ver" creada con el fin de lucrar, más no con el fin de circular por la ciudad y experimentarla, lo que nos aleja cada vez más de las personas que se inscriben dentro del territorio que queremos conocer. Lo turístico se convierte en una experiencia plástica. De la misma forma, el hecho de ser mujer y de viajar sola, hizo que mi experiencia haya sido particular. Teniendo en cuenta que meses atrás de mi viaje masacraron brutalmente en la calle a una transgénero, que recientemente el país discutió una ley para despenalizar el crimen por abuso sexual, las declaraciones del presidente respecto a la posición de la mujer y los altos índices de violencia de género, me hizo pensar que tal vez, no estaba en un lugar muy seguro.
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Estar en Estambul, fue un ejercicio auto-reflexivo que nunca imaginé. Por esta razón, consolidar la serie no fue fácil. Después de horas de observación y estudio de las imágenes, me di cuenta que habían dos hilos conductores: el Bosphorus y el color Rojo. El Bosphorus es el estrecho que conecta las regiones turcas Rumelia (“europea”) y Anatolia (“asiática”). Estos elementos son los únicos medios que encuentro por el momento, para unificar mi experiencia en esta ciudad hiatónica. Sin duda, el agua que abraza la geografía, es un leitmotiv en la ciudad Bizancia. La sociedad se desarrolla dentro, fuera, alrededor y al borde de ella. Finalmente, Estambul es una ciudad de puentes, de conexiones, de bifurcaciones, de contradicciones, de encuentros, de choques, en fin, una ciudad llena de vida, y llena de ruido.
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***Todas las comillas presentadas en el texto, resaltan que los términos usados son extremadamente problemáticos para mí. Sin otra forma de describirlos a la hora actual, seguirán entre comillas, para destacar que son categorizaciones históricamente construidas y, para enfatizar que deberíamos encontrar otras palabras, que no encuentro yo aún, para describir más diversamente al mundo.
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Referencia:
Baykal Buyuksarac, Guldem. Conquering Istanbul: The Controversy over the Taksim Mosque Project (Anthropology in Action, 2004)
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